¡NUNCA!
Tú que me abandonas. Que siempre estás ahí para escucharme y todos los meses te ocultas y me das la espalda.
Maldita seas.
Yo que te necesito, porque te amo, porque te cuido, no me dejes solo.
Puta.
Hija de puta.
No me abandones, por favor.
Pero ella seguía impasible. Inerte. Yerma. Árida. Solitaria. Y me dio pena aquella belleza a la que estaba increpando. Aquella inalcanzable esfera que tendría que soportar a miles de locos como yo durante toda su vida. A quién le contaría ella sus penas, sus miedos y sus ilusiones. Creo que buscaba alguien en el mundo que estuviese callado y la escuchara, que no pidiera nada a cambio. Así que decidí ser yo ése que buscaba, para ver si así no me abandonaba cada mes. Quizá se quedaría conmigo todas las noches, haciéndome compañía, iluminando mi camino, abrazando mi sombra.
- Te sorprendería ver lo que la gente pide. “Que me peinen”, me pidió un señor mayor.
- Creía que eras una estúpida y arrogante. Porque eres muy bella y no es lo normal. Todas las guapas sabéis que lo sois, nos abandonáis y sólo habláis de vosotras.
- Es cierto. Pero todas no somos así. ¿Me perdonas? Me quedaré contigo y te prometo que no me iré.
Las criaturas del bosque rechinaban sus dientes y sus ojos se mofaban de mí. Los maldije, “vosotros que no habéis encontrado el amor”, y giré mi espalda, cuando vi a mi amada menguar.
Amor sin memoria, es la única manera.
Y esas criaturas que sólo comían, cagaban y copulaban se jactaban del pobre joven que la esperaba cada noche, apareciera o no. Que nunca le dijo "GRACIAS", porque eso sonaba a "adiós para siempre".
Con la espalda señalada de dedos que lo apuntaban, llegó a ser viejo, que había olvidado todo hasta que un día acertó a decir:
- Yo quiero que me peines estos tres pelos que me quedan.
Y ahora, como las viejas glorias que quieren pensar que todavía hay esperanza, [aunque las lágrimas caigan en tus labios y aunque tome otro trago (y tosa de todo lo que fumé anoche)],
Basta
Porque te perdonaré.
Compadécete de las personas… a saber de qué se han enamorado.
Si los tiempos pasados suelen ser los mejores... la prehistoria debió ser un lugar muy bello, allí donde no hay recuerdos. Donde nada existe, donde todo está por llegar.
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