lunes, 16 de febrero de 2015

Perdónome

- ¿Qué hace una chica tan guapa como tú por aquí sola?-te pregunté, porque de verdad estabas sola en aquella barra de bar. Te estaba mirando desde hacía rato y no ibas con nadie. Y si esperabas a alguien, se estaba demorando demasiado. Y nadie se acercaba a ti, aún siendo la más guapa de aquel local.

Vi en tus ojos el miedo, el nerviosismo, el placer que más tarde me darías.

- Me he peleado con mis amigas y aquí estoy, dándome una vuelta.-lo que me demostró que era una chica con carácter.

-"Bien"-pensé-. ¿Te apetece tomar algo? Va, te invito a una cerveza.


Y así fue como más tarde sí, me darías el placer de conocerte más, y de tú conocer cada parte de mi cuerpo, hasta que te agarré y te dije que si íbamos a la farmacia, que no llevaba encima. Pero me dijiste que "mejor mañana", y no tuve más remedio que perdonarte.

Fuiste una chica buena: fuiste mala en la cama. Y empezaste a caerme bien, aunque sabía que eras una niñata.
Nuestros personajes - los polos.
Nuestros cuerpos - la gravedad.

A mí no me gustaban las canciones ñoñas y repelentes que me cantabas "we're all wonderful, wonderful people", ni los rollos que me metías, pero sabía que yo te encantaba. Y tú me mirabas como la cosa más bella. Lo sé, se te notaba en la mirada.
Yo estaba tan encantado con tus regalos, tus detalles y tus planes, aunque he de confesar que me daba cierta pereza, a fin de cuentas acabábamos en la cama y era donde mejor lo pasábamos. Pero una vez hice una excepción y te concedí hacer un viaje juntos, total, no tenía nada que hacer y nunca había estado allí.

Recuerdo unas casas de madera con una humedad que sólo invitaba a beber cerveza, y te recuerdo a ti con mi nombre en tus labios, cuando tras muchas cervezas y sexo de por medio (o al revés, mucho sexo y cervezas de por medio), te tatuaste mis iniciales en ese sitio, aquella noche de locura.
Cada inicial en un extremo de tus labios, se rasgaba la comisura y mis iniciales sufrían un orgasmo. Tu mirada pidiendo clemencia.
Fingiendo pedirla.
Porque te encantaba.
Y una vez más, te perdono.

Hasta que empezaste a cambiar. Te veía más fría. Ya se te pasará, yo también tengo mis problemas.

Hasta que un día te vi por la calle con otra persona.
Vi tus ojos chispear como nunca. Como cuando yo te conocí aquella noche. O más.
Estabas nerviosa y tu corazón a mil por hora.
Temblabas y se te entrecortaba la respiración.
Me di cuenta de que te había perdido.


Así que escondí la rosa que iba a entregarte en mano y me fui lejos, alto, y tú por debajo de mí, como si estuvieras dos metros por debajo mía y éste fuera el último adiós. Lanzándotela en vez de entregártela con un beso, que es lo que solía hacer.

Y caí en la cuenta de que creo que era mi mirada la que quería verte enamorada de mí. Creo que era yo quien te pedía clemencia.
Creo que era yo quien llevaba tatuadas tus iniciales en mis labios, y que sólo te los calqué aquella noche para hacerte sentir mía.
Y esta vez, perdónome.