lunes, 31 de octubre de 2011

Sabía lo que tenía que hacer cuando oí tu canción

No cree en las supersticiones, pero sí cree en las señales que el mundo le envía.
Ella sabe que hoy será un día malo. Hay días en los que todo va bien, pero hoy no es el caso. Una fuerza mayor le dice que hoy su novio vendrá enfadado, que entrará por la puerta tirando las llaves. No la saludará, pero cuando se encuentre con ella, la mirará con desprecio porque ella es feliz.

Así que ella se prepara. Se rodea de un mundo oscuro, y coge algún objeto para hacer percusión, lentamente, marca un ritmo y está en silencio, y poco a poco se sumerge en un estado en el que ella baila sus brazos en silencio, pero en su mente las percusiones caen como gotas de agua de un grifo que derrocha agua; o de un corazón que derrocha vida.

Así que las llaves golpean el mueble del recibidor, espera que la puerta se cierre y la encuentra con la mirada veinte centímetros por debajo de donde debería estar.

Porque no le queda nada, y espera. Oye su canción, y de repente se ve envuelta en un mar de brazos que la rodean. Propiedad adjudicada. Se deja llevar. Un mano que cae en su cara, sube enredándose por su cuello hasta el pelo. Le mesa el cabello mientras le muerde un poco el hombro. Le aprieta el pecho y ella adora el momento de sentirse poseída.

Nada más que decir, llévate mi aliento, susúrrame lo que pienses, átame, nadie lo hace como yo.
No tengo fuerzas, pero hazme pedir más, que se caigan las paredes, pégale a una puerta, hasta saber que oyes mi grito.

Hasta que todo termina, y desea que el próximo día no sea así.

El amor era tan cruel que ella quería irse.

Mientras que poco a poco se iba alejando. Un encontronazo de unos segundos bastó para que una señal le llegase: acércate a él, te irá bien.
Así que mientras que su marido no estaba en casa, subía al tercer piso para encontrarse con el vecino. Y cuando volviera diez minutos antes, se le cambiaría la cara, adaptándose al mundo lúgubre-agresivo-necesitado-erótico del marido. Aprendió a fingir, pero no a tener una doble vida. Eso no era vida. Esto era vida.

No sabía lo que era el amor. Le llenó el corazón de un beso.
Le dio libertad. Le dio sensualidad antes que sexualidad.


Llegó el día en que el vecino debía marcharse a otra ciudad.
Su doble vida se acababa. El vecino le había enseñado grandes cosas, pero ella sabía que hasta ahí habían durado, los estímulos del mundo le decían que no era el elegido. Así que tenía dos opciones:
-Volver a su vida anterior, ahora que era más fuerte. Poder enmendar todo y estar al mismo nivel.
-Seguir al vecino aun sabiendo que no tenía mucha proyección.

Al final, optó por irse sola, tomando lo bueno y lo malo de todas sus experiencias, respirando. Porque aunque nos gusta saber lo que vida nos tiene preparado, ella era más fuerte que nadie.

viernes, 14 de octubre de 2011

Oí tus sueños hacerse realidad.

Oí cómo mi sangre forma cristales de hielo y mi corazón agota su último latido.
Oí una lágrima abrirse paso por mi cara,
y oí tus ojos abrirse, empaparse,
y te oí decir
Te quiero, pero lo siento.
Y supe que él caminó en su vereda feliz, mientras su sueño se hacía más real en este mundo cada segundo que pasaba. Pero también sabía de la tentación de mirar atrás y dejarlo ahí.
Quizás el sueño sea un sueño mientras no se tiene..
Quizás el sueño es lo inalcanzable.
Quizás el sueño sea comparable a una noche de Octubre, con luna llena, tendido en la playa mientras observas que ahí está Venus, casi se tocan pero no están juntos.
Ambos brillan y pasean por la noche, uno en la playa boca arriba; otro en el cielo boca abajo.
Como si la Luna quisiera dar un paso más y hacerse planeta.
Como si Venus quisiera estar más cerca.
Y ahí haciéndose compañía, unas veces cerca y otras lejos, se dirán:
Oí que ayer fue el día de tu vida
Oí que mis sueños también pueden hacerse realidad.