domingo, 23 de enero de 2011

Dicen que éramos jóvenes y que no sabemos cómo somos hasta hacernos mayores.

Quería conectar con mi yo interno. Pasarme una hora abstraído, con una única idea rondando en mi cabeza, como tantas otras veces. Por ejemplo, hablar de un suelo que sangra. Pero no lo he conseguido, cuando se escribe desde tu interior es cuando te llega sin más, por inspiración.
Así que lo dejaremos para otra ocasión, y ahora pondré algo que he encontrado en una libreta. De esas que son tu escape de la realidad.

-No me despiertes cuando te vayas.
-¿Por qué? ... Aún así, haré lo que me pidas.
-Haré como que ha sido un sueño. Así intentaré olvidarte.
-De acuerdo, qué místico eres.
-Sólo te pido una cosa. Espérame. Aunque sea en la otra vida, sea cual sea.

Miramos a la ventana. Me gusta contemplar cómo las nubes tapan y descubren luego la luna.

-¿Sabías que la luna está conectada con la necesidad emocional? No te entran ganas de contemplarla cuando te sientes mal, o cuando estás falto de afecto, o en situaciones románticas...?

-Adoro tus palabras. Cargadas de historias y sabiduría. Supongo que serán fruto de una reflexión.

-Sí... todos tenemos nuestra cara oculta.

miércoles, 12 de enero de 2011

♄ .

Había una vez un niño que tenía en su habitación un cuadro de Saturno, al cual veneraba.
Era la puerta a otro mundo. Un mundo interior. Meditación y silencio.


¿Quizás fuera por azar?
Simbolismo de Saturno: Interiorización, represión, restricción. La guadaña del tiempo, de la muerte. Representa también los principios de contracción y consolidación, Saturno trae madurez que es el resultado de la reflexión interior.
Base astrológica: Saturno representa los problemas que debemos superar para alcanzar nuestra madurez. Es para analizar y observar.



El niño no había imaginado todo esto.
Cuando le regalaron el cuadro, Saturno aparecía con una cara dibujada, más infantil.
Ordenó que lo pintaran y borrasen ese rostro. Quería contemplar a un Saturno limpio. Diría inocente, pero no cabe ese adjetivo.
Tal vez ése fuera su planeta.

El "niño" fijó la mirada en el cuadro, sentía cómo focalizaba y sus ojos se hacían pequeños. Hasta que paró, se detuvo, y poco a poco, muy lentamente, sus párpados empezaron a desarrugarse.

To sam bio ja...

martes, 4 de enero de 2011

De "Hermanas de la tierra", Rani Manicka.

La mujer estiró el cuello y aulló como un lobo.
Se mesó los cabellos hasta que sus puños se llenaron de mechones arrancados. Con esos mismos puños golpeó la tierra apagada.
Ay, ay, el joven estaba muerto.
De pronto se levantó de un salto, con mirada salvaje.
“No le toquéis hasta que vuelva”, ordenó, y corrió hasta el árbol bodhi para echarse a los pies del buda.
“Oh, tú, el iluminado- lloró. Mi hijo está muerto. Si de verdad eres el maestro, devuélvele la vida”.
El buda abrió los ojos.
Quizá quería hablarle de la inevitabilidad del nacimiento y la muerte para los no iluminados, pero debió de ver el polvo de los sueños en los ojos de la mujer, así que le dijo: “Sigue adelante y tráeme un puñado de grano de una casa que la muerte no haya visitado y te devolveré a tu hijo”.

Llena de gratitud y alegría, ella hizo varias reverencias antes de iniciar la búsqueda. Buscó y buscó y buscó...