domingo, 8 de julio de 2012

Cuentos para ser feliz

Escucha cómo está ahí tumbado mirando la ciudad. Luces que se encienden poco a poco, gente dentro de sus casas que derrocha sentimientos y gente en la calle que invierte emociones.
No sabe cuánta gente ahora mismo hay durmiendo, o cuánta naciendo, o cúanta besándose. Quizá alguien está muriendo, o está viendo por primera vez al amor de su vida.
Infinitas combinaciones en un mismo espacio que se abre a sus ojos.

Siente cómo se incorpora poco a poco, agarra la libreta y empieza a escribir. No sabe qué saldrá todavía.
Siente cómo escucha sus canciones favoritas: esas que aquél reserva y nunca escucha por miedo a que pierdan su magia.
Siente cómo sale magia de su voz cuando las canta..

Siente cómo su cara es un arco iris: fruto bello de la conjunción de dos agentes antagónicos. El sol y la lluvia son en este caso la felicidad de tiempos pasados y la trsiteza de no poder tenerlos en la actualidad.
Siente cómo su imaginación vuela, experiencias que han ocurrido quizá a decenas de kilómetros de aquí.
Piensa que la vida es como un cuento y tendrá seguro un final feliz..

Érase una vez un niño al que le gustaba escuchar la música muy bajito, al volumen 1, para que se fusionara con el entorno.
Era un niño muy risueño.
El niño saludaba a todo el mundo y le preguntaba su nombre con una sonrisa. Le gustaba hacer amigos.
El niño decía "Yo soy Juan, y perdí a mi osito Tedi en el mar".

Pero el niño estaba convencido de que el mar estaba jugando con Tedi. Y que era suyo todavía, porque así lo habían prometido. Volvería a él. El niño miraba al mar con una sonrisa, viendo las olas mientras pensaba.. "Te estás haciendo de rogar, pero ya te contraré, no sé si mañana aquí mismo en la orilla o algún año en el Caribe"
El niño incluso pensaba.. "Ojalá en el Caribe.. y me contará historias de piratas.."
Tedi era suyo y el lo sentía así. Estaba convencido de ello y era su verdad.

Por supuesto que tenía otros juguetes a los cuales quería mucho y se divertía mucho con ellos. Y se enfadaba y lloraba si los perdía o se los quitaban. Pero tenía un trato con Tedi. Y lo más gracioso: el osito no hablaba, sólo le sonreía.
Quizás la fuerza y el magnetismo de Juan era suficiente para sincronizarlos y mimetizar la relación.
Un enlace que lanza una persona, un torrente de energía que envuelve y cobra vida.


Quizás la vida sea como ese cuento.
Quizás Tedi vuelva algún día, aunque esté irreconocible tras su paso por el mar.
Pero es esa magnitud de onda que lanzamos una vez y algún día será devuelta.



Siente cómo pienso en un cuento como éste, cómo cada uno tenemos nuestra versión favorita y personalizada del cuento.
Siente cómo el niño está encaramado a una pareta en una noche de verano, junto a la playa, la luna que ha salido a cenar con él.
Siente cómo de su voz sale magia en forma de canciones, cómo de su mano nace este cuento que tendrá un final feliz porque así es su naturaleza.
Siente la simbiosis entre las pupilas del niño y el oleaje. Viene y va.. Viene y va.. Y no se mueve.


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